Reconocer los impactos de las afectaciones del conflicto armado a la democracia permite entender cómo la violencia y sus dinámicas han incidido drásticamente en su funcionamiento, participación y competencia, pero también logra generar acciones y garantías para la participación ciudadana activa en contra de esas violencias.
En Santander y Arauca el negacionismo, la cooptación institucional, la persecución política, el debilitamiento de los partidos, el clientelismo armado y los vínculos con el narcotráfico, han sido, y aún son, parte de la narrativa política y social.